Ser relojero es un oficio que ha sobrevivido al paso de los años; pero la velocidad con que la tecnología ha irrumpido en el mundo y la variedad de relojes ‘desechables’ parece haber condenado a muerte a esta labor. Muchos de los relojeros que existen en Quito han trabajado por más 25 años y cuentan que tuvieron su apogeo entre las décadas de los 70 y 90, cuando los relojes eran importantes piezas de joyería. Su tarea va más allá de cambiar las pilas o correas de los relojes; de ellos depende el que estos aparatos vuelvan a tener vida.
El trabajo de un relojero no se ha visto afectado por la practicidad de los nuevos mecanismos y componentes electrónicos que han simplificado su funcionamiento, reducido sus costos y su tiempo de vida útil convirtiéndoles en accesorios desechables en contraste a los relojes mecánicos que son considerados una pieza de joyería heredable.
Es por esto que el trabajo de reparación del mecanismo de los relojes no se ha reducido y si bien ahora la mayor demanda de trabajo es por cambios de baterías y alguna reparación rápida como mantenimiento básico las reparaciones tradicionales siguen en auge.
Sin embargo aún se acude por reparaciones de relojes de pared y cucú por ser objetos decorativos. De igual manera, los relojes más finos y de mayor costo siguen siendo considerados una obra de arte mecánica, por lo que los usuarios de estos distinguidos relojes también suelen frecuentar y necesitar los servicios y habilidades del relojero. Es por esto que el oficio del relojero normalmente va de la mano con el oficio de ser joyero, aunque estos no son lo mismo, pero sí puede existir una persona que se dedique a ambos oficios.


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