martes, 16 de febrero de 2021

El Barbero

 Estas peluquerías no han perdido su identidad; a sus propietarios incluso se los podría llamar ‘historiadores’ ya que cuentan a sus clientes siempre una historia nueva, diferente, una que seduce y otra que atrapa.



La fama de estos artesanos no se debe a que son pocos, sino a la técnica que emplean para realizar un corte de cabello o una afeitada de barba. Algunos de ellos empezaron como ayudantes y su habilidad se forjó por los consejos de centenarias figuras y también gracias a la curiosidad por aprender este oficio para así vivir con dignidad y servir a la mayoría de cuencanos que lucían viejos cortes de cabello como el “corte alemán”, el “corte oficial” o el “corte normal”.



Los barberos, también conocidos como peluqueros, se han ganado el respeto y el afecto de los cuencanos. Es el caso de Juan Tenesaca quien se dedica a este oficio desde hace 43 años. Su aprendizaje fue mediante la observación, realizó sus primeros cortes supervisado por su jefe, quien al morir lo dejó como propietario del negocio. Con el paso del tiempo obtuvo su clientela, realizó cursos de preparación y talleres de corte de cabello. “Asistí a cursos pero la mejor técnica para mí fue aprender viendo lo que hacía mi gran maestro”, recuerda.

En la época en que la moneda era el sucre, los cortes costaban uno, mientras la afeitada valía 2 sucres porque “era trabajoso debido a que los clientes llevaban la barba larga y desprolija”. “Hubo clientes que llegaban por el combo: afeitada y corte de cabello que tenía el costo de 3 sucres”, señala. En la actualidad cada corte vale entre $ 2 y $ 3 dependiendo el estilo que escoja el cliente. En la afeitada tradicional se utiliza jabón para hacer espuma. El espumero y la brocha se deslizan por el rostro del cliente, este trabajo llega a costar $ 1,50.

El combo también existe en estos sitios por el valor de $ 4,50. Un ‘tip’ para afeitarse es hacer que el jabón se disuelva en el espumero con agua caliente de termo.




Al preguntarle a Juan Tenesaca cuántos clientes recibe al día, con un poco de temor responde que llegan entre 4 y 5 personas, pero al observar se puede evidenciar que la concurrencia es mucho mayor. Las personas que visitan estos lugares en su mayoría tienen de 40 años en adelante. Ricardo Durán acude a estas peluquerías tradicionales desde que tenía 12 años, sus padres lo llevaban, hoy con 55 años no deja de ir una vez al mes para cortarse el cabello. “Es mi peluquero de confianza, he venido acá más de 40 años y no cambiaría de lugar, Juan ya sabe cuál es mi estilo y me corta el cabello muy bien. No necesito explicarle nada”.

Estos peluqueros aseguran que en las décadas de los 80 y 90 la clientela era muy amplia debido a que la cultura de ese entonces hacía que los hombres no se dejen crecer el cabello y la barba. Otro aspecto que ayudaba era la falta de peluquerías en áreas rurales por lo que llegaba gente de esos sectores al centro de la ciudad; en especial los viernes y sábados que eran los días de feria. “Los clientes venían de cantones como Gualaceo, Girón, Paute y Chordeleg”, indica el peluquero.


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