miércoles, 17 de febrero de 2021

Sombrero de paja de toquilla

Muchas leyendas giran en torno al origen del sombrero de paja toquilla, La materia prima para la elaboración de los sombreros de paja toquilla es la “Carludovica Palmata”, comúnmente conocida con el nombre de “paja toquilla”.  Es un tubérculo o papa similar a la del plátano. Actualmente se cultiva en las partes montañosas de: El Aromo, Pile, San Lorenzo y Jipijapa en Manabí. También hay sembríos en las provincias de Esmeraldas, Guayas y Santa Elena, y esporádicas zonas de cultivo en la Provincia de Morona Santiago (Amazonía). La Paja Toquilla necesita ser cultivada en suelos húmedos y de ello depende el producto final, que a decir de los cultivadores, no sería el mismo si se cultiva en suelos secos y solo con abundantes riegos y abonos.



Para un sombrero fino son necesarios doce cogollos, diez para un grueso o corriente, ocho o nueve Para el calado, que es el mas rápido y económico. El sombrero consta de tres partes: plantilla, copa, y falda, tejidos hábilmente, por mujeres, en su mayor parte. Para dejar a punto un elegante sombrero de paja toquilla se requiere de al menos 25 pasos.

La finura del sombrero se mide en grados,  a mayor finura mayor es el grado, el precio como es lógico, está determinado por la calidad y el grado del sombrero manufacturado. Para realizar el tinturado o teñido de los sombreros, existe una variada gama de tonalidades, entre las cuales están: el blanco, el marfil, miel, diferentes tonos de cafés, colores pasteles,  entre otros. Dentro de los modelos más conocidos se encuentran: Montecristi, Brisa, Cuenca liso, Cuenca varias randas, Ventilado, Calado, Tropical, Torcido. La elegancia y calidad del sombrero, ha conquistado el gusto y la preferencia de muchas personalidades, tales como: Ernest Hemmingway, Winston Churchill, Harry Truman y Paul Newman entre otros.



El Montecristi es el sombrero de paja toquilla más conocido y buscado por su extrema finura. Los artesanos de Montecristi, en la provincia de Manabí, en Ecuador, poseen los conocimientos ancestrales y técnicos en la fabricación artesanal del sombrero,  en la selectiva elección del calibre de la paja y en la técnica de tejido manual, que permiten obtener un grado de perfección, que incluso los más finos llegan a semejarse a  una tela fina y se lo obtiene luego de cinco o seis meses de trabajo, llegando a costar hasta 5000, USD.




Carteras, bolsos, adornos, vinchas para el pelo, collares, abanicos, muñecos, recipientes, canastas, animales típicos de cada zona, son entre otros los productos que se elaboran con paja toquilla.



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Relojero

Los primeros comienzos de la relojería se remontan a la Edad Media. Sin embargo, no fue hasta la industrialización que la producción en serie se hizo posible a precios asequibles. Muchas marcas todavía activas tienen sus inicios en este tiempo y se remontan a una larga historia. Estas casas tradicionales han dado forma a la evolución de la historia de la relojería a lo largo de los años y han dado paso a los excelentes relojes mecánicos de hoy en día. Cualquier persona interesada en los primeros modelos de la historia de los relojes debe confiar en los relojes de lujo certificados y usados que aquí se ofrecen.



Ser relojero es un oficio que ha sobrevivido al paso de los años; pero la velocidad con que la tecnología ha irrumpido en el mundo y la variedad de relojes ‘desechables’ parece haber condenado a muerte a esta labor. Muchos de los relojeros que existen en Quito han trabajado por más 25 años y cuentan que tuvieron su apogeo entre las décadas de los 70 y 90, cuando los relojes eran importantes piezas de joyería. Su tarea va más allá de cambiar las pilas o correas de los relojes; de ellos depende el que estos aparatos vuelvan a tener vida.



El trabajo de un relojero no se ha visto afectado por la practicidad de los nuevos mecanismos y componentes electrónicos que han simplificado su funcionamiento, reducido sus costos y su tiempo de vida útil convirtiéndoles en accesorios desechables en contraste a los relojes mecánicos que son considerados una pieza de joyería heredable.

Es por esto que el trabajo de reparación del mecanismo de los relojes no se ha reducido y si bien ahora la mayor demanda de trabajo es por cambios de baterías y alguna reparación rápida como mantenimiento básico las reparaciones tradicionales siguen en auge.

Sin embargo aún se acude por reparaciones de relojes de pared y cucú por ser objetos decorativos. De igual manera, los relojes más finos y de mayor costo siguen siendo considerados una obra de arte mecánica, por lo que los usuarios de estos distinguidos relojes también suelen frecuentar y necesitar los servicios y habilidades del relojero. Es por esto que el oficio del relojero normalmente va de la mano con el oficio de ser joyero, aunque estos no son lo mismo, pero sí puede existir una persona que se dedique a ambos oficios.







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martes, 16 de febrero de 2021

El Barbero

 Estas peluquerías no han perdido su identidad; a sus propietarios incluso se los podría llamar ‘historiadores’ ya que cuentan a sus clientes siempre una historia nueva, diferente, una que seduce y otra que atrapa.



La fama de estos artesanos no se debe a que son pocos, sino a la técnica que emplean para realizar un corte de cabello o una afeitada de barba. Algunos de ellos empezaron como ayudantes y su habilidad se forjó por los consejos de centenarias figuras y también gracias a la curiosidad por aprender este oficio para así vivir con dignidad y servir a la mayoría de cuencanos que lucían viejos cortes de cabello como el “corte alemán”, el “corte oficial” o el “corte normal”.



Los barberos, también conocidos como peluqueros, se han ganado el respeto y el afecto de los cuencanos. Es el caso de Juan Tenesaca quien se dedica a este oficio desde hace 43 años. Su aprendizaje fue mediante la observación, realizó sus primeros cortes supervisado por su jefe, quien al morir lo dejó como propietario del negocio. Con el paso del tiempo obtuvo su clientela, realizó cursos de preparación y talleres de corte de cabello. “Asistí a cursos pero la mejor técnica para mí fue aprender viendo lo que hacía mi gran maestro”, recuerda.

En la época en que la moneda era el sucre, los cortes costaban uno, mientras la afeitada valía 2 sucres porque “era trabajoso debido a que los clientes llevaban la barba larga y desprolija”. “Hubo clientes que llegaban por el combo: afeitada y corte de cabello que tenía el costo de 3 sucres”, señala. En la actualidad cada corte vale entre $ 2 y $ 3 dependiendo el estilo que escoja el cliente. En la afeitada tradicional se utiliza jabón para hacer espuma. El espumero y la brocha se deslizan por el rostro del cliente, este trabajo llega a costar $ 1,50.

El combo también existe en estos sitios por el valor de $ 4,50. Un ‘tip’ para afeitarse es hacer que el jabón se disuelva en el espumero con agua caliente de termo.




Al preguntarle a Juan Tenesaca cuántos clientes recibe al día, con un poco de temor responde que llegan entre 4 y 5 personas, pero al observar se puede evidenciar que la concurrencia es mucho mayor. Las personas que visitan estos lugares en su mayoría tienen de 40 años en adelante. Ricardo Durán acude a estas peluquerías tradicionales desde que tenía 12 años, sus padres lo llevaban, hoy con 55 años no deja de ir una vez al mes para cortarse el cabello. “Es mi peluquero de confianza, he venido acá más de 40 años y no cambiaría de lugar, Juan ya sabe cuál es mi estilo y me corta el cabello muy bien. No necesito explicarle nada”.

Estos peluqueros aseguran que en las décadas de los 80 y 90 la clientela era muy amplia debido a que la cultura de ese entonces hacía que los hombres no se dejen crecer el cabello y la barba. Otro aspecto que ayudaba era la falta de peluquerías en áreas rurales por lo que llegaba gente de esos sectores al centro de la ciudad; en especial los viernes y sábados que eran los días de feria. “Los clientes venían de cantones como Gualaceo, Girón, Paute y Chordeleg”, indica el peluquero.


Visita nuestra publicación sobre El afilador de cuchillos

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Afilador de cuchillos

Desde inicios del siglo pasado había una amplia gama de personajes ambulantes que –a viva voz– pregonaban o hacían sonar algún instrumento para anunciar su llegada.

Son varios casos: el afilador de cuchillos, El betunero y el sombrero de paja toquilla, el panadero que en su bicicleta o triciclo lleva una canasta llena de panes y dulces, el carbonero.


Cuando muchos de nosotros éramos niños habíamos escuchado el "pito del afilador" o "chiflo", una pequeña "flauta de pan" hecha de cañas, recorrer las calles de nuestra ciudad o de nuestro pueblo entonando su clásica y breve melodía que combinaba graves y agudos y viceversa como si de una escalerilla musical se tratara. En bicicleta o en motocicleta, el afilador llevaba montada en la parte trasera de su vehículo un esmeril mecánico con una piedra de afilar con la que daba nueva vida a los filos romos de los viejos cuchillos. 



El afilador empujaba una especie de carrito de madera, en el que se encontraba la roda de afiar, es decir, una rueda de piedra o "tarazona", que en un principio era acarreada por el propio afilador a sus espaldas o la hacía rodar. En dicho carro, este profesional llevaba todo tipo de utensilios: paraguas viejos, varillas, mangos o cachabas de paraguas (el afilador también los reparaba), clavos, tachuelas y, como no, un recipiente con agua, necesaria para un buen afilado. Todos los vecinos se enteraban de su presencia cuando se anunciaba con el "pito de afilador" o "chiflo" (más tarde éstos se sustituyeron por otros de plástico). 




Éste consistía primeramente en una pequeña flauta de pan, un instrumento de viento compuesto por tubos huecos hechos de caña y tapados por un extremo que al soplar producían un sonido aflautado de notas graves y agudas, al que seguía el típico grito "El afilador...", aunque cada afilador solía adoptar una melodía propia con la que anunciaba su presencia para distinguirse de los demás y atraer a sus propios clientes.


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LOS BETUNEROS

Escuchar de los betuneros es algo muy típico en nuestro territorio Ecuatoriano, hoy te contaremos un poco de su historia y algo breve de la evolución de los mismos. 



Una pequeña plataforma de estructura metálica con una silla algo desgastada, para que los clientes que llegaban a lustrarse el calzado estén cómodos y protegidos del sol, pero la tolda que cubría la estructura y además hacia publicidad a un conocido diario del país estaba en mal estado parece que los lustra botas o comúnmente llamados betuneros también son parte de la regeneración de la urbe porteña.

Los más refinados y antiguos barrios de la ciudad con un peculiar y desafinado grito “se limpian zapatos”.



La paga por cada lustrada de zapatos era de 4 o 5 reales, y seguía recordando cuando lanzo otra cantidad de 1 sucre hasta que llego al tan ansiado dólar donde según su relato cuenta que está entre los 0.25 o 0.50 ctvs. El betunero lustra botas un legendario trabajo que no pasara desapercibido jamás y que será recordado por ser un buen oyente, un buen guía o una persona en quien confiamos nuestra charla matinal o nuestro culminar de día, el siempre estará atento a escucharnos sin conocernos y todo esto mientras realiza su trabajo… el betunero de antaño o el betunero de hoy solo nos deja un rastro de aquellas personas que quieren salir adelante con trabajo, sacrificio y pundonor.




Una vez que el cliente se acomoda, el pequeño cajón se abre para sacar los materiales necesarios. Unas manos manchadas de betún se apuran en limpiar, cepillar, entintar y abrillantar mientras el oficinista se entretiene con las noticias de Diario La Hora. El proceso demora cinco minutos y unos zapatos brillantes se marchan por la calle.

No olvides visitar nuestro articulo sobre el trabajo artesanal de los TROMPOS.


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EL TROMPO

 ¿Recuerdas el trompo?

Sin duda alguna al nombrar a este juguete nos viene muchos recuerdos, hoy conoceremos un poco de este arte. 



El trompo es un juguete de madera con púa de metal y desde esta punta se enrolla una lienza o cuerda. Después de haber enrollado todo el hilo, el trompo es lanzado con fuerza y técnica para hacerlo girar y girar. Mientras gira los competidores pueden hacer una serie de trucos.



El juego tiene varios términos que pueden ir variando según el lugar y la época. Pero podemos referirnos al trompo “sedita”, que es el que se queda dormido en la mano o al cucarro, trompo que emite un ruido similar al del telégrafo cuando baila, esto es por tiene la púa chueca.




En general y agrupando todos los juegos del trompo podemos tener los siguientes:

Individuales:

- Puente o teleférico: Se coge con una mano los dos extremos del cordel y se estira. En el rail que se forma se hace bailar al trompo. Al levantar una de las dos manos se puede inclinar el cordel de tal manera que el trompo se desplace.

- Hacerlo bailar en la mano: Se puede hacer mientras el trompo está girando haciendo que baile en la palma, o recogerlo con el dedo índice en cuyo caso se llama “copita”. Otra forma es darle un certero golpe y hacer que salte en la palma de la mano.


- Pico al aire: consiste en lanzar el trompo y antes de que éste haya tocado el suelo y la cuerda se haya desenredado se atraiga hacia la mano, buscando que el trompo quede girando allí.

- Deslizamiento: Mientras que el trompo gira con la ayuda del cordel se trata de trasladar de un lugar a otro.


Lanzamiento: Mientras el trompo gira en el suelo se lía el cordel suavemente sobre su punta y se tira hacia arriba. El trompo salta y ha de caer girando de nuevo, ya sea en el suelo o en la mano.

ACCESORIOS DEL JUEGO

Trompos
Cordels o cuerdas.
Espacio suficiente de juego que puede ser de tierra o concreto.

Todo el juego se lleva acabo en el espacio pero se toma un punto de referencia para iniciar el juego a forma de circulo llamado troya, donde cada uno de los niños lanzando los trompos deberán acercarse al punto señalado y el que este mas lejos se pondrá dentro la troya y uno a uno iran intentando sacar el trompo.


Con el paso de las años estos oficios tradicionales han ido desapareciendo pero otros están teniendo una gran acogida por parte de la sociedad, estas son: El relojero y Las Colaciones




COLACIONES

La capital ecuatoriana es cuna de tradiciones y sus colaciones, que cumplen cien años, halagan el paladar de los quiteños y se resisten a desaparecer, aunque sólo un artesano sigue con la elaboración de estos dulces. A comienzos del siglo pasado muchas familias se dedicaban en Quito a la elaboración de esos dulces, imprescindibles en los bolsillos de los escolares de la época, pero ahora sólo sobrevive el negocio de colaciones de Luis Banda. Banda es heredero orgulloso de una tradición que se resiste a dejar que desaparezca "mientras viva", según dice este año, en el que sus golosinas cumplirán un siglo. 




Su abuela, Hortensia Espinosa, aprendió el oficio de unas tías suyas y en 1915 fundó un pequeño negocio de colaciones en un local ubicado frente a la Cruz Verde, en el populoso barrio de San Roque. Luis heredó el oficio y mantiene hasta ahora Las colaciones de la Cruz Verde, pese a que no es un negocio muy rentable que deje muchos réditos económicos. "Es un negocio familiar" y de esa manera permanecerá, afirma Luis, cuyo local se trasladó del sitio original a otro lugar cercano, donde comparte los quehaceres con su mujer. 



Es consciente de que quizá sea el último de los artesanos de las colaciones, aunque no pierde la esperanza de que alguien continúe con la tradición que ha encantado a los quiteños desde hace un siglo. La colación es un pequeño dulce redondo con relleno de maní o almendra, en cuya elaboración se utiliza azúcar, agua, limón, esencias y "algunos otros secretitos". Desde que su abuela empezó con el negocio, las colaciones "son las mismas" en sabor y textura y, por eso, Luis se atreve a decir que las de ahora son las mismas que las de hace cien años. Indígenas, autoridades, ricos y pobres visitan el local todos los días para comprar las colaciones de la Cruz Verde: "No hay presidente de la República que no haya probado mis colaciones, pero el más goloso fue el doctor (José María) Velasco Ibarra", que gobernó en distintos periodos entre 1952 y 1972. 



Su caramelo es muy apetecido, sobre todo por los mayores, ya que a los jóvenes, según acepta, "les gustan más, no sé por qué, los caramelos de colorantes que venden en las tiendas". Además, el producto que elabora "es sano, no es nocivo" y tiene un aditamento que lo hace especial, cuenta Luis al revelar uno de los secretos más preciados en la elaboración del caramelo: "Aquí se pone agua bendita". Por eso, a más de endulzar el paladar, "cura el alma" y parece ser un elixir para algunos ancianos. "Algunos viejitos vienen y me dicen: si no chupo dos colaciones por la noche no puedo dormir", cuenta Luis. Aunque lo ha pensado, el caramelero quiteño no tiene intención de expandir su negocio, menos aún de adquirir maquinaria para aumentar la producción y exportar. "Es un negocio familiar" y "esto se mantendrá así, tal como está. Esa es la promesa que hice", señala Luis, que aprendió el oficio de su abuela y de sus padres. "Mientras tenga salud y vida, las colaciones de la Cruz Verde no van a faltar jamás", afirma al recordar que a su negocio han llegado también emigrantes que han retornado al país y extranjeros atraídos por la fama de la que gozan sus caramelos. 



Su vida cotidiana comienza muy temprano en la mañana, cuando alista los materiales para hacer varias "paradas" o tandas de caramelos. Hierve el azúcar con el agua hasta tener una jalea melosa, luego coloca el maní o las almendras en un viejo pailón (cacerola poco profunda) grande, heredado de sus padres, que agita ágilmente en un movimiento pendular. El fuego y el bronce, como si fuesen mágicos, moldean las pequeñas canicas de dulce que adquieren colores intensos, dependiendo de las especias con las que se mezcla la miel. A los ojos aparecen cientos de bolitas verdes, tomates o blancas que ya bien definidas se ponen en cestos para la venta. 

Este oficio seguirá "mientras Dios me de vida", asegura Luis Banda, cuyas colaciones forman parte de una de las más dulces tradiciones quiteñas.


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Amélie

  


Es importante que tomemos en consideración que la película Amélie no es una película común, sin duda alguna este film nos muestra cómo ha sido la vida de esta joven y lo que le espera tras encontrar una caja con objetos un tanto extraños, ella se encapricha en buscar al dueño de la caja.

Pero, te pondré en contexto para que entiendas como llegamos a este punto, la película comienza contando la vida Amélie, la mamá de ella muere aplastada por una mujer suicida en Notre Dame. Su padre un doctor, se retrae aún más y se confina al cuidado del pequeño mausoleo de su esposa en el jardín, al que eventualmente decora con un gnomo.

Los padres de Amélie era muy poco afectuosos con ella por ese motivo ella reaccionada un poco diferente a las caricias viéndose reflejado esto hasta su edad adulta.

La película se desarrolla en el año de 1997, mientras escuchaba la noticia de la muerte de Lady Di, se le cae la tapa de su loción y esta golpea un pedazo de baldosa la misma que se desprende y deja ver una caja de recuerdos que algún niño atesoró en otros tiempos. Entusiasmada, Amélie decide devolverle el tesoro.

Mira el Trailer 

Una serie de eventos surgen mientras cumplía con la misión que ella mismo se puso, Amélie sentía mucha satisfacción por cosas diferentes como meter sus dedos en frejoles, lanzar rocas en un pequeño lago, etc. En la búsqueda del dueño de aquella caja conoce a un joven que se dedicaba a recolectar fotografías rotas a este joven se e pierde su libro y Amélie trata de devolvérselo pero ella es muy tímida como para dárselo de manera directa.

Al final le entrega la caja al dueño  de una manera bastante pelicular y así mismo empieza a sentir algo por el chico que tiempo después se convertiría en su pareja, Amélie siempre trato de hacer justica, ser amable y lograr que todos tengan la felicidad es por eso que ella ayudo a su padre, su vecino, jefa de trabajo y todas aquellas personas que la rodeaban.



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